sábado, 2 de enero de 2010

Historia sin nombre - Capítulo 13 - La mansión

Me desperté cuando empezó a clarear. El cielo estaba de un azul muy raro, aún no había salido el sol. No había nubes, y la ciudad empezaba a despertarse, al igual que yo. Tenía la sensación de que me iba a caer, y no al suelo de la azotea, sino al de abajo.

Moví el colchón de sitio y lo puse al lado de la entrada a la azotea, para no tener la sensación de que me iba a caer, y para poder ver el amanecer, ya que desde el otro sitio la baranda me tapaba el horizonte. Hacía mucho frío fuera de las mantas...

Me senté de nuevo, y me cubrí con las mantas, cansado. Se me cerraban los ojos, mientras el horizonte se volvía más y más rojizo. Hasta que algo brilló más que todo lo demás; el Sol. Poco a poco emergía más en el horizonte, empezaba a parecer una cúpula dorada. Me levanté, llevándome las mantas para no pasar frío. Me apoyé en la baranda... y miré hacia abajo. Me dio mucho vértigo. Impresiona mucho ver esa caída, esa sensación de estar a un paso de la muerte, estando medio dormido.

Seguí mirando al Sol. Ya era un semicírculo sobre el horizonte. Recordé que no era bueno mirar fijamente al sol, pero quería ver el amanecer. Era el primero que veía, y me gustaba. El circulo del sol iba cerrándose, elevándose en el horizonte. Y cuando ya era una esfera apenas flotante, allá a lo lejos, di media vuelta, cogí el colchón, y entré en el ascensor. Cuando llegué al salón, nadie se había levantado. Lo arrastré hasta mi cuarto, lo tire en el suelo, me tumbé sobre él, me tapé, y me volví a quedar dormido.


Rick me despertó cruelmente; quería venganza. Para empezar, mientras estaba empezando a salir del sueño, cambió el colchón de sitio. No sabía que andaba tramando. Oí levantarse la persiana. Un chorro de luz me dio en la cara. Y abrió la ventana, dejándome helado. Me levanté de un salto, y me puse de pié como pude. No podía ver nada. Le gruñí a Rick, con la voz ronca por el sueño:

-Me cago en to' los muertos de la ventana...

-Sí, buenos días, Albus. Son las 10. ¿Vienes a desayunar?

-Vale... - dije, mientras se reía entre dientes.

Y al poco, estábamos todos de nuevo ya en la mesa. Cada uno iba a lo suyo, unos comían más, otros menos... Yo me hinché a comer, me gustaba poder desayunar con tiempo y tomarme lo que quisiera. Además, me vendría bien si yo iba a cavar el túnel. Me sorprendió que Manau, Eudora y Gael desayunasen tan poco. Tal vez estuvieran acostumbrados a levantarse temprano en el desayuno, y al tener tiempo, ya no se daban cuenta de que comían menos. Yo, que siempre he desayunado en 4 minutos, aprecio mucho la diferencia.

Para cuando terminamos de desayunar, ya estábamos lo suficientemente despiertos como para empezar a hablar. Y hablábamos nerviosos, sabíamos que a cada día que pasaba estábamos más cerca de ir a algún lugar desconocido. De pronto Drake, Jane, y Esteban se levantaron. De inmediato los imitamos y seguimos, sabíamos adonde íbamos.


Era algo agobiante que todos nosotros estuviéramos en el ascensor, bajando desde el techo de la ciudad hasta sus cimientos. Me sentía como un minero, yendo hacia las profundidades de la tierra. Mientras bajábamos nos repartimos en grupos. Esteban, Niyebe, Tina, Manau, Ithin y yo, íbamos a empezar a montar el tren, y los demás, a hacer el túnel. Ese día apenas hicimos la estructura principal, la parte que llevaría las ruedas, y sobre la que iría todo lo demás. Ellos, a nuestro lado, habían montado en la tuneladora. En el garaje habían montones de piezas y chatarra, que seguramente Esteban y los demás había conseguido buscando por toda la antigua red de metro. Ellos habían encontrado una máquina que era casi idéntica a lo que querían, y ya habían conseguido su objetivo. Nosotros no lo teníamos tan fácil, habíamos tenido que soldar metales, aunque eso lo hizo Esteban porque precisaba más precisión. Nunca mejor dicho, es un máquina.

Mary nos trajo la comida abajo, y comimos en el metro. Hicimos una pausa después de comer, y después seguimos trabajando. Íbamos a muy buen ritmo. Así, en unos días, lo tendríamos todo listo. Sí, seguramente lo tuviéramos listo en unos días, pero acabaríamos reventados.

Mientras seguía las complicadas instrucciones de Esteban para montar el tren, estuve pensando. Me gustaba Tina. A ella la había estado mirando con otros ojos, por ella dormí en la azotea. Y que iba a hacer, ¿decírselo? Habían pasado muchos años desde la primera vez que me gustó una chica... o bueno, no sé si realmente me gustó, porque yo tenía 6 años. Tampoco me había planteado que era exactamente lo que quería del amor en la vida. En eso estaba pensando. No podía estar enamorado eternamente. Eso solo pasaba en los cuentos y en las películas. Pero ya estaba yendo demasiado lejos. Ni siquiera creía que yo le gustara a ella...

Y así fueron las cosas. Después de esto, seguí con el trabajo. Apenas tuve tiempo para que Drake y los mayores me explicaran lo que debería estar estudiando, y los demás tampoco. La semana transcurrió así; llena de trabajo.


La semana siguiente, estábamos cansadisimos. Tal vez exagere, pero creo que esa semana adelgacé un poco, y de tanto cargar y mover cosas, me puse más fuerte. Tampoco era muy difícil ponerme mas fuerte, teniendo en cuenta que apenas hacía deporte. Pero eso era lo de menos. No podía dejar de pensar en Tina, me era totalmente imposible. Los primeros días, simplemente quería estar con ella, hablar con ella... Pero los dos últimos días todo había cambiado. Habíamos hecho cambios en los grupos de trabajo, por variar, ya que los que estaban en el túnel estaban hartos de cavar y los que estábamos montando el tren estábamos desesperados. Así que no estaba con ella. Lo suficiente para qué, cavando en la oscuridad, el corazón me diera un vuelvo y no me dejara pensar en otra cosa que no fuera en ella, que si no me hacía caso, que si su sonrisa, o su mirada de chocolate...

Quería acercarme a ella. Iba a acercarme a ella, a hacerme más amigo de lo que ya éramos (véase capítulo 3 por ejemplo)... y en un momento dado, incluso le podría decir que me gustaba, que no es lo mismo que si quiere salir conmigo, por que para empezar, no saldríamos mucho, y no creía que le pudiera gustar a ella. Solo le contaría lo que siento hacia ella, nada más. Pero, incluso si llegaba a decírselo, aún quedaba mucho para ello.

Ese día, mientras cavaba, me centraba en lo que pensaba hacer. Es decir, iba a hablar con ella, y pienso que no puedo pensar la conversación de antemano, porque no puedo saber que me dirá ella. Pero podía pensar por donde quería que fueran los tiros.


Al día siguiente, nos dieron un descanso. Ya estaba todo casi listo, pero necesitábamos descansar tras la dura semana de trabajo, antes de lo que viniera después. Yo, después de aburrirme de estar tirado sin hacer nada, pensé en buscar a Tina, pero como quería hablar solo con ella, y ella no estaba sola, busqué otro quehacer. Fui a la habitación de los ordenadores a ver que estaban tramando, pero al pasar, vi la puerta del cuarto de Jane entreabierta, y, como curioseé echando una mirada, a ella leyendo. Seguí y entré en el cuarto. Drake estaba con los pies en la mesa, tomando un batido, y viendo una peli, y Esteban estaba más a la izquierda, perdido entre ordenadores. Cuando me oyó, Drake se sentó bien de un salto, pausó la película, giró en la silla, y me saludó.

-Hola, Albus ¿Qué pasa?

-Drake, no sé que hacer. Después de tanto trabajo ahora no veo nada que hacer por ninguna parte y me desespero.

-Si lo que quieres es seguir con las lecciones, olvidate, porque yo si que he encontrado algo que hacer. ¿Quieres verla tu también?

-No, mejor no -me callé un momento, y recordé una cosa, totalmente por casualidad- Oye, Drake, en esta casa hay muchos armarios. Están para guardar la ropa, pero la otra vez sacaste dos televisores del armario del fondo de esta habitación. Supongo que habrá más ordenadores antiguos y eso, pero... en alguno, ¿hay algo más? -Drake pensó un momento antes de continuar.

-Sí, pero no demasiadas cosas. Hay legos.

-¿Legos?¿Qué es eso? -estaba muy sorprendido, no había oído la palabra en mi vida.

-Sí, legos. Es un juguete. Se inventó en el siglo XX, y en el XXI era muy popular al parecer. Yo tengo muchos, y quien sabe cuantos años tendrán. Son de plástico, así que no se degradan, solo pueden romperse.

-Pero... ¿Qué es?

-Los legos consisten en montar cosas, cualquier cosa, a partir de muchas piezas pequeñas, de muchos tipos. ¿Quieres verlos?

-Sí -le contesté, ilusionado. Y mientras íbamos por la estrecha habitación molestando a Esteban, al que las vibraciones que producíamos en el aire y en el suelo al movernos molestaban sumamente al intentar arreglar una placa base con precisión microscópica, le pregunté:

-Pero, Drake, ¿por qué tienes tú estos juguetes tan antiguos? Quien sabe, pueden tener miles de años.

-No estoy seguro... a mi padre también le gustaban, y me los dio cuando era pequeño. Jugaba mucho, me encantaban. Me siguen gustando, pero apenas juego con ellos.

-¿Me dejas jugar un rato?

-Claro.

Y así, sacamos unas cuantas cajas de plástico llenas de piezas, llevándolas para molestia de Esteban hasta mi cuarto. Y en cuanto Drake se fue, destapé una caja, y me puse a curiosear. Estuve un rato mirando las piezas, sin entender bien como funcionaba eso. Cogí dos, y aprendí a encajarlas. Así descubrí unas cuantas piezas, y el funcionamiento general de las cosas. Recordé lo que había estado haciendo antes. Había buscado fotos de mansiones y castillos. ¡Ya sabía qué podía construir!

Busqué una plataforma grande, y que tenía desniveles, y empecé. Al principio puse piezas grandes para hacer las paredes, pero luego me di cuenta de que si hacia eso, luego era todo lo que pusiera encima era menos estable. Así que las empecé a hacer entrelazando muchas piezas pequeñas. Quedaba de un solo bloque, que era como yo quisiera, pero era como un puzzle, porque tenía que buscar las piezas del color que quería (gris piedra) y hacerlas encajar, respetar los bordes y girar en las esquinas.

Alguien se acercaba por el pasillo. Se quedó en la puerta, mirando, para mi alegría, a mi y al suelo cubierto de piezas

-Tina, no te quedes en la puerta; pasa, que ni yo ni las piezas mordemos.

-Hola Albus, ¿qué estás haciendo? ¿otra vez construyendo extraños artilugios?- dijo Tina riéndose pícaramente.

-Que yo sepa es la primera. ¿Cuándo he montado antes cualquier chisme? -pero al instante me di cuenta- Es verdad, en el tren. -y me reí tontamente.

-Tú mismo lo has dicho -calló un momento, observando- ¿Y esto?¿Qué estás haciendo?

-Antes no sabía que hacer, hablé con Drake, y descubrí esto. ¿Sabes? se llaman legos, y consisten en montar cosas a partir de todas estas piezas pequeñas.

-Parece divertido... ¿puedo colaborar?

-Claro. Te explico, de momento, estoy haciendo el primer piso. Va a ser una mansion, o un castillo, de piedra, y quiero que tenga trampas y mecanismos. Como tiene desniveles, he pensado en hacer que las paredes lleguen hasta una altura común, para que haya salas altas y bajas, y sea mas facil hacer los siguientes pisos.

-Vaya, parece complejo, pero participaré. ¿Por dónde empezamos?

-Pues... no sé, por cualquier parte del primer piso. Vamos a hacer lo que te dije, las paredes. Pero las exteriores, las habitaciones las hacemos después. Y pon ventanas, y algunas piedras que sobresalgan, para que parezcan decoraciones del edificio. Un consejo, las paredes no las hagas con piezas grandes, hazla con las pequeñas, para tenerlas a la medida que quieras y que sean más sólidas.

-Vale, pues comenzémos con la misión.

-Tu por esta parte -dije señalando a la izquierda- y yo por la derecha, hasta que juntamos las paredes por los dos flancos, ¿de acuerdo?

-De acuerdo.-

De ese modo, ambos nos concentramos en nuestro trabajo, y casi no nos dábamos cuentas de que el otro estaba ahí, menos cuando me fijaba en qué hacía y cómo, porque eso podía ayudarme. No hablamos mucho, solo de lo que estábamos haciendo, y de alguna tontería. Y después te un rato dándole a la imaginación, quedaban los puntos en los que tendríamos que unir nuestro trabajo. Eran los puntos centrales de la estructura, y eran los más bajos, por lo que la pared tendría que ser más alta para llegar a la altura de las otras. Una de esas sería la puerta, y de la otra decidimos hacer una fachada. Pusimos un pilar central, rodeado de dos ventanales grandes. Por lo alto pasaba una viga, y encima se repetía lo mismo, dando a la fachada 4 ventanas, con pilares y vigas entre ellas, que formaban un + de piedra. Sobre estas ventanas, pusimos otra viga, y dos frisos de leones a los lados. Cubriendo todo esto, pusimos unas piezas inclinadas que harían de tejas, sobre las que el edificio seguiría creciendo hacia arriba.

Para la puerta, nos devoramos la cabeza. Queríamos hacerla con engranajes. Girar uno, y que las puertas se abrieran, como por arte de magia. Utilizando magia sería mas fácil, pero con engranajes, no. Pusimos un engranaje fuera del edificio. Por esa parte de la pared, hacía girar a otros, que estaban de mero adorno. El engranaje que se giraba, que estaba sobre un eje, hacía girar un engranaje al otro lado de la pared. Sobre ese mismo eje giraban una cadenas, que al enrollarse sobre el eje, tiraban o jalaban de la puerta. Para que jalara, hubo que hacer un huequito en el muro para que una cadena saliera afuera, para engancharla a la puerta. El engranaje de dentro, estaba conectado a otro engranaje por arriba, y este igual otra vez, formando una fila de engranajes que pasaban sobre la puerta y llegaban a la misma altura, en la otra pared. Le pusimos un eje, para que hiciera lo mismo con la otra puerta. Y funcionó. Después de arreglar muchos pequeños fallos, ¡iba como la seda! Los dos contemplábamos el trabajo del otro, y de nuestra persona, por toda la construcción. Habíamos decidido poner una ventana igual los dos, cada uno en la cara opuesta del edificio, pero los demás detalles, cada cosita, la desconocíamos, y encontrábamos pequeños trucos en lo que había hecho el otro, y disfrutábamos viendo como el otro veía los nuestros.

Así fue como pasamos la tarde, y ya era de noche cuando llegamos a este punto. Nos duchamos corriendo, y luego fuimos a cenar. Luego, volvimos al cuarto, y seguimos construyendo.

No había plataformas tan grandes que se pudieran poner sobre los muros, así que teníamos que coger varias más pequeñas para hacer una sola planta, que sería la segunda, porque teniendo en cuenta que la plataforma sobre la que construimos todo el edificio tenia desnivelaciones, estas mismas hacían la primera planta, y las paredes llegaban a la altura de dos plantas. Pero no teníamos paredes interiores, solo exteriores, por lo que las plataformas no podrían sostenerse. En la parte central, que estaba sobre la planta baja, decidimos poner como suelo de una primera planta, una plataforma paralela a la puerta y a la fachada. Para que, suponiendo una escala real, pudiéramos subir hasta ahí, pusimos una escalera, que estaba en parte debajo del eje del mecanismo de la puerta izquierda. Las paredes de esa plataforma estarían mirando a la puerta y a la fachada, formando un pasillo que pasaba perpendicular sobre un gran vestíbulo. Las paredes decidimos ponerlas con esta estructura, yendo de una esquina a otra de la plataforma, pilar, ventana, pilar, ventana, pilar. Claro que, exactamente así, fue en la pared que daba a la fachada. En la otra, que daba a la escalera, donde estaría la ventana izquierda, sobre la escalera, dejamos un hueco. Es iba a ser la puerta. Por dentro, pusimos unas piezas que no tenían salientes para encajar, y que utilizamos para poder deslizar piezas por encima. Pusimos un muro, con el símbolo de una serpiente en el centro, sobre esta pieza. Si la ponías en la parte del hueco, parecía formar parte de la pared, pero si la movías, quedaba detrás de la ventana a la derecha del hueco, que dejaba ver el símbolo de la serpiente. Le pusimos unas piezas alrededor de la deslizante, para que el muro no se saliera al empujarlo. Para hacer esto más seguro, en la plataforma que haría el techo (y suelo de parte de la segunda planta) encajamos unas piezas por debajo con la misma función, solo que en vez de sostener el muro por abajo, lo hacia por arriba.

E irrumpió Rick en la habitación, dándonos un susto.

-Si hubiera un reloj de cuco en casa, acabaría de salir el cuco, porque son las dos. Mirad, no sé muy bien que estáis haciendo, pero ahora mismo no tengo ganas de participar, tengo sueño, y quiero dormirme. Mañana hay que trabajar otra vez para terminar las cosas, y quiero descansar bien, pero con vosotros dos ahí...

-Vale, -le corté- lo entendemos, pero ¿no nos puedes dejar un poco más?

-Me niego, quiero acostarme ya, y en el sofá está Jane, que se ha quedado allí dormida. Así que... eh, un momento, tengo una idea. Tina, con tu permiso, me voy a tu cuarto. Como esto va a dar para largo, tu te quedas aquí, nos cambiamos de sitio.

-Me parece estupendo. Buenas noches, Rick, que sueñes... con tu amor platónico, por ejemplo -Rick, con los ojos rojos y cara de sueño, rió con una cara de tonto magnífica.

-Buenas noches.

-Buenas noches -le contestamos.

Cuando salió, y cerró la puerta, le pregunté a Tina:

-Oye, ¿de verdad no te importa?

-¡Claro que no! A mi me da igual

-Pero, ¿qué dirá Clara? -A continuación sonrió pícaramente.

-No se lo digas a nadie, y menos a Rick, pero... Clara me dijo el otro día que le gusta Rick.

-¿En serio?

-Sí.

-No me lo esperaba...

Y poco después, seguimos, mientras le daba vueltas a lo que me acababa de decir.

Terminamos las paredes que iban, sin ventanas, desde las esquinas de la plataforma central hasta las paredes exteriores. Íbamos a empezar la 3ª planta, con las demás plataformas, pero no nos dio tiempo, por que nos estaba entrando sueño rápidamente; ya eran casi las 3. Iba a subirse a la litera de arriba, pero paró en mitad de la escalera, mientras yo la miraba sentado en mi cama.

-¿Qué pasa?

-Que... nunca he dormido en la cama de arriba de la litera, y como me muevo mucho, me da miedo de caerme de la cama... sobre la mansión y los legos. Ayúdame a bajar el colchón, vamos a ponerlo en el suelo-

Y lo hice sin rechistar. Para ello, primero hubo que despejar el suelo. Claro que no íbamos a recogerlo, eso era aburrido y no valdría para nada. Lo que hicimos fue moverlo todo a un rincón, pegado a la ventana. Allí, pegado a la puerta, tiramos el colchón desde arriba (ponerlo habría supuesto demasiada delicadeza para lo grande que era y el sueño que teníamos). Ella se tumbó, se tapó, y se quedó mirándome. Pienso ahora, lo fácil que habría sido decirle que no se preocupase, que no le pasaría nada si dormía arriba, o que yo dormiría arriba. Pero claro, la idea de dormir con ella a mi lado, simplemente por su presencia, me encantaba demasiado como para pensar en otra posibilidad. En cuanto a ella, no sé que habría pensado, supongo que no querría hacer moverme de mi cama.

Mi cama estaba sobre unas maderas, y estas sobre unas patas. Pero las patas eran muy cortas. Mi colchón apenas estaba cinco centímetros más alto que el suyo. Me tumbé, y me tapé.

-Buenas noches.

-Buenas noches -me contestó dulcemente, en un susurro.

Apagó la luz. Había cerrado los ojos, con la cabeza en mi dirección. Yo, con la cabeza sobre la almohada, la miraba a ella. Estaba algo iluminada por la luz que pasaba por la persiana. Estuve un rato así. Pero cerré los ojos. Y, mientras para estar más cerca, los dos nos acercábamos al borde del colchón inconsciente o conscientemente, me quedaba dormido, pensando, en que me sentía muy bien, en ella, en lo que sentía por ella... y en lo que pasaría el día de los preparativos para el viaje, mañana.