miércoles, 10 de febrero de 2010

Historia sin nombre - Capítulo 14 - El Caballo de Hierro

Llovía. La interminable tormenta tal vez fue lo que nos despertara, o tal vez Rick, cuya única intención había sido, en un principio, entrar y vestirse, curioseando por la puerta. El caso, es que a sobre las 10 me desperté, mientras ella seguía dormida, con una carita tan feliz en su rostro que me daba gusto solo de verla. Y yo pensaba que había dormido más de una vez con alguien al lado, incluso con ella. Pero nunca me había hecho sentir tan bien. En aquel momento, me sentía completo, y feliz, muy feliz. Era evidente que me gustaba.
Y pensar en el hecho de que me gustase alguien me hizo mirar al pasado, al pasado de cuando estaba en el internado. Tendría 6 o 7 años. Rick era ya mi mejor amigo, pero le conocía poco. Las habitaciones eran diferentes, estaban llenas de juguetes, y hacíamos muchos juegos. Me llevaba bien con la clase. En verdad, todo lo que recordaba de esa época me parecía bonito. Luego todo cambió. Y además, literalmente, en el sentido de la frase. Los demás niños se iban haciendo mayores precipitadamente, como si quisieran ser mayores. Ya jugaban a ser adultos. Yo ni me planteé que quería hacer de mayor, o si quería crecer. Realmente, Rick y yo fuimos lo que menos cambió en todo este tiempo. Por eso los demás nos empezaron a caer mal, y viceversa. Y estuve pensando en qué habíamos cambiado. Evidentemente, habían llegado las hormonas. No estábamos tan salidos como otros de la clase, y nuestra forma de pensar, de ver las cosas, tampoco había cambiado mucho. Solo que ahora era algo más oscura, y completa, y nos pasábamos más tiempo razonando las cosas. No es que necesitásemos ahora saber el por qué de las cosas, por que de niño también lo habíamos hecho. Solo que ahora, cuando en la infancia nos habríamos quedado con ganas de saber la última parte, la entendíamos. Esa era la parte oscura, la que había cambiado en el razonamiento. La infancia es una verdad a medias; una mentira completa, genial y absoluta, en la que éramos felices, aunque tuviéramos problemas. Una mentira que desembocaba en la adolescencia. Me habría gustado que fuera más larga.
Pero había acabado. Las hormonas y las verdad completa que queríamos saber de niños la habían desterrado. En el fondo, esa curiosidad de niños es lo que se supone que coincide en el adulto como en el niño. Es lo que al niño le conduce a la adolescencia, y cuando se hace adulto y pierde esa curiosidad, se va volviendo de lo más tonto y aburrido. Así que, la curiosidad nos llevó a dos cosas, a las hormonas, y a complementar los razonamientos y la curiosidad con las cosas más oscuras que te ocultaban en la infancia.
“You'll be all alone when animals cry. All by yourself inside infancy's lie.”, dijo Jim Morrison, el cantante de The Doors, alguna vez. No entiendo bien que es lo que dice, pero suena bien.
Pero dejaré de filosofar. En este momento pensé que debería escribir esto después de hacer todo lo que teníamos que hacer por la tarde, y volví mi mente al pasado de nuevo.
Hubieron unos días en los que Rick había estado castigado sin salir a los patios porque había se había peleado con algún chico. Si os preguntáis como caben varios patios en un solo rascacielos, tiene fácil respuesta; uno encima de otro y luz artificial. Los únicos naturales eran los de las azoteas. Por aquel entonces, nuestras habitaciones estaban en los pisos mas bajos, y solíamos salir al patio a jugar muchas tardes.
Aunque me llevaba bien con los demás, sin Rick me sentía solo, y me faltaba algo. Estuve dando vueltas un rato, hasta que terminé por sentarme en un banco. Miré a mi alrededor, y encontré otro banco. En él estaba sentada una chica. Claro, yo me pasé un buen rato mirándola. Tal vez fue la primera chica que me gustó. Al cabo del tiempo, ella se dio cuenta de que estaba allí, mirándola. Ahora, si tuviéramos esta edad, yo habría cesado de mirarla, avergonzado, y ella, entre avergonzada y enfadada, miraría a otro lado. Pero eramos niños, y eso lo cambiaba todo. Ella se quedó mirándome, y yo seguí mirándola, hasta que me levanté y me senté a su lado.
Estuvimos toda la tarde así. Al rato, empezamos a hablar. Yo le conté por qué estaba allí. Y ella, después, me dijo que no tenía amigos.
-¿Que no tienes amigos?
-No sé... todos son tontos.
-Sí, un poco... Mi mejor amigo es Rick. Pero en verdad no tengo más.
-Yo no tengo ninguno.
-¿Puedo ser tu amigo? - Recuerdo perfectamente como me miró. Sus ojos ámbar habían mirado a casi todos lados durante esa conversación. Pero en ese momento, los clavó en los míos, con una sonrisa de ilusión.
-¿De verdad?
-De verdad.
-Sí. ¡Tú serás mi primer amigo!
-¡Y tú mi primera amiga!
Estuvimos hablando un rato más, pero llegó la hora de despedirse. Quedamos en el mismo sitio y a la misma hora, para el día siguiente. Ya estaban llegando los tutores a por nosotros. Por entonces nos hacían dormirnos muy temprano, y estábamos más controlados. Vi cómo se alejaba su corta melena, y quería seguirla. Pero mi tutor ya había entrado en el patio.
Cuando llegué a mi habitación, decidí que no le contaría nada de esto a Rick. Sería mi pequeño secreto. Me dormí pensando en ella, y cuando me desperté, estuve todo el día esperando a que llegara el momento. Pero, cuando llegó, ella no estaba. Me pasé toda la tarde esperándola. Así, casi todos los días siguientes.
Cuando Rick dejó de estar castigado, me costaba escabullirme para ir a esperar a que ella viniera, pero aún así, lo hacía, decidido a no contárselo. Pasaron más días, y empecé a pensar que me había enamorado de ella. Cuántos más pasaban, menas tardes iba a esperarla. Pero, cuando me acordaba de ella, iba, aunque sabía que ella no iba a venir. La última vez que fui, fue una tarde muy triste, en la que lloré mucho, y en la que me puse a recordar. Y cuando la recordé, bajé inmediatamente decenas de pisos hasta aquel piso. No pensaba que iba a encontrarla, no tenia ninguna esperanza de que la volviera a ver. Pero fui. Tal vez por que no tenía nada que perder, no sé, no me lo planteé.
Los niños me miraban raro. Ciertamente, era un extraño allí. ¿Qué podría hacer yo aquí? Ellos pensaban que era mejor jugar con los chicos mayores. Pero, con mi cara de tristeza, no se atrevieron a preguntar. Solo uno, un chico de unos 7 años. Le contesté a duras penas que estaba esperando, que había quedado allí con otra persona, y cuando se fue, hundí la cabeza. Vinieron los tutores a por los chicos, y salí con ellos del patio. Subí a mi habitación, y terminé los deberes. Fui a ducharme tarde, como de costumbre. Y tardé una eternidad, para variar. Al salir, vi a una chica. Tenía las piernas bonitas, y por pensar esto, casi me da un buen guantazo. Sí, claro que esa chica era Tina. Pero era Tina, la chica que estaba al otro lado de la cama, no la otra chica, de la que no sé nada. No miraban igual.
Tanto pensar en el pasado me hacía echarlo de menos, aunque después fuera muy duro [...]

Estábamos tan cerca que nuestras caras se rozaban, sin tener en cuenta en qué almohada tendrían que estar. Y yo no sabía que hacer... Habría que levantarse y preparar todo ¿no? Únicamente, quería con todas mis ganas abrazarla. Pero, ¿que pasaría si se despertase? A lo mejor me abrazaba ella a mí, como si me daba un guantazo. Me moví un poco, apenas unos centímetros, pero ella abrió los ojos, clavados en los míos. Se acercó un poco más... y se incorporó, para sentarse en la cama.
-Buenos días -dijo.
-¿Con el tormentón que hace?
-Sí.
-Está bien. Buenos días – me callé, y me quedé mirándola, atontado.
-Deberíamos ir a desayunar, terminar de preparar las cosas por ahí abajo, y preparar nuestro equipaje.
-Sí, pero hay que empezar por hacer las camas. ¿Y qué pasa con la mansión?
-Pues... hoy no da a tiempo a terminarla. Ahora no vamos a recoger todo eso, no hay tiempo, si acaso luego.
-¿Recogerla? Yo tengo otra idea. ¿Por qué no nos la llevamos a donde vayamos? Con dos cajas llenas de piezas, que podemos seleccionar, nos iría de perlas.
-Vale. Se supone que en el equipaje podemos llevar lo que queramos, así que no hay problema.
-Tengo curiosidad. Quiero saber que hay fuera, donde vamos. -le dije, cambiando de tema como cambiaban mis pensamientos.
-¿Qué puede haber fuera?¿Bosque, montaña, mar, prado?¿Crees que Jane y los otros lo saben?
-Saben más de lo que dicen, pero eso no lo saben, no pueden saberlo. Solo pueden fijarse del clima, y eso indica que estamos en la zona templada. Con la historia, se podría saber más exactamente, pero no sé...
-Bueno, no te preocupes. Ya queda poco.
-Vamos a desayunar.
Fue un día de lo más ajetreado. Pusimos el colchón de nuevo en su sitio, y estuvimos abajo gran parte del tiempo, dándole los últimos retoques al “tren”, ordenando todos los trastos que habíamos dejado a lo largo del tiempo, limpiando el polvo y los restos de piedra de las excavaciones... Ya la habíamos unido al otro túnel. Estaba muy oscuro y olía raro. No se veía nada, y daba algo de miedo. No me gustó nada estar allí cuando estábamos instalando las vías. Pero finalmente las instalamos, ya unos días atrás. Cuando terminamos con esas cosas, a mediados del atardecer, nos centramos en el equipaje. Nos dijeron que nos lleváramos ropa de todo tipo, y con razón, por que no sabíamos a donde íbamos a llegar. Ya habíamos decidido lo que nos íbamos a llevar para montar el campamento. Sobretodo lo habían decidido los mayores, que entendían más del asunto. No sé muy bien que estaban tramando, tal vez fuera una sorpresa.
Yo ya le había dicho a Drake que me iba a llevar los legos a donde demonios fuéramos, y él aceptó, riéndose.
-No pensé que te fueras a enganchar tanto y tan rápido – me dijo.
Y claro, estábamos todos muy nerviosos. Teníamos que levantarnos temprano al día siguiente para empezar el viaje. Y no nos podríamos dormir, claro que no. Afortunadamente, el ajetreo cansa.
La ducha y la cena estuvieron llenas de ensoñaciones. Y cuando terminamos, fui a mi habitación a escuchar música, y a escribir todo esta parte del capítulo. Cuando Rick llegó, lo único que hice fue bajar el volumen. Cuando terminé, media hora después, casi a la medianoche, me caía de sueño. Apagué el ordenador, lo metí en la maleta, junto a las pocas cosas que realmente eran mías, y la ropa que había cogido de esa casa, desde bañadores, hasta abrigos. Al meterme en la cama y apagar la luz, sentí una extraña sensación. Iba a tardar en acostarme allí de nuevo hasta la próxima vez. Ya había dejado atrás mi primer hogar. Ahora iba a ser la segunda.

Se abrió la puerta de nuestra habitación. La única luz que había en toda la casa era la del salón. Drake entró en el cuarto y nos despertó a Rick y a mí. Yo me levanté en cinco segundos, porque sabía, por costumbre del internado, que si tardaba más de eso, me costaría mucho más levantarme. Rick tardó un poco más en despejarse, pero finalmente se levantó.
-¿Ya es la hora? ¿No podemos irnos más tarde?
-No, de momento hay que levantarse y acostarse temprano -dijo Drake, asustándonos- hasta que lleguemos. - Suspiré, aliviado.
-¿Por qué? No le veo utilidad. Aún no debe de haber amanecido... - le contestó Rick.
-Por que en la naturaleza hay que moverse con la luz. En la noche, no somos nadie, debemos descansar, y montar un sistema de alarma por si acaso.
-Por si acaso... ¿qué?
-Rick, no sabemos que hay fuera. No sabemos cuales pueden ser los animales, ni cuales los peligros.
-¿Y habrá que montar guardia por la noche?
-No, -dijo Drake, haciendo una pausa para reírse un poco- no te preocupes, de eso se encarga Esteban, que no necesita descansar tanto como nosotros.
-Y cuando lleguemos, ¿por qué no vamos a seguir haciendo guardias ni nada de eso?
-Por que no estaremos tan a la intemperie. Montaremos un buen campamento, y no dormiremos todos al lado del tren – y ahora, yo, que había estado escuchando toda la conversación sin mediar una palabra, pregunté.
-Drake, ¿dónde vamos?
-No lo sabremos realmente hasta que lleguemos. Pero sí, tenemos un rumbo, aunque queremos que sea una sorpresa. -
No dije nada más. Rick bajó de la litera, y nos estuvimos preguntando que demonios habría querido decir con eso. La sorpresa... ¿sería buena?¿No nos habríamos metido en la boca del lobo?.
Salimos de la habitación, llevando ya las maletas -y las cajas de lego con la mansión- al salón, dejando las camas deshechas.
Fui al cuarto de baño, y después, al salón a desayunar, con los demás. Estábamos todos algo atontados, medio dormidos. Cuando nos dijeron que nos levantaríamos temprano, habíamos pensado sobre las 8 o más tarde. Pero era aún más temprano que cuando me despertaba yo en el internado. Apenas estaba clareando...
Aunque no tenía mucha hambre, desayuné más que los demás, porque aquí podía desayunar sin seguir un estricto horario, como en el internado. Así que desayuné un buen tazón de cereales y unas tostadas con mermelada. Y cuando terminé, el último, recogimos la mesa, pusimos lo que había encima en una bandeja, y se lo pasamos a Mary por el ascensor. Mientras se iba y volvía, cogimos el equipaje, y esperamos delante de la puerta del ascensor. Toda la casa estaba ya a oscuras. Seguía lloviendo. El ascensor subía...
Las puertas se abrieron. Una luz resplandeciente salia del ascensor, y dejó la habitación azulada, como cuando estás en el ordenador a oscuras. Empujamos las maletas y cajas hacia dentro, y después entramos nosotros. Había utilizado muchas veces el ascensor para bajar a la estación. Pero esta era la más emocionante. Cuando se cerraron las puertas del ascensor, sentía que íbamos hacia la aventura, como si esta vida fuera un libro. Volvía a sonar la misma canción del día cuando llegué. Pero ahora la reconocí, era Shine on You crazy Diamond.
-El tren se llamará “El Caballo de Hierro” -dijo Drake, ilusionado. -Como los trenes de carbón de las viejas películas.

Ya abajo, montamos todo el equipaje en la parte de atrás del único vagón que formaba el tren. Las paredes y la puerta que hacían de maletero, estaban hechas de un material plástico que era ligero a la vez que resistente, al igual que la parte de adelante, que era una cápsula en la que había asientos en su interior. El ordenador y los sistemas estaban entre el maletero y esa cápsula. Por lo visto, en esos sistemas, llevábamos una sofisticada máquina capaz de hacer casi cualquier comida a partir de materia orgánica. Suena a chisme raro, y lo es, pero se basa en principios muy simples; todo lo vivo está formado aproximadamente por los mismos tipos de moléculas. Una vez sabe de que moléculas se forman los alimentos, solo tiene que obtenerlas a partir de otras cosas para obtener el alimento deseado. Y luego, cocinarlos, pero al parecer eso era lo de menos.
Yo no me lo podía creer. Aquello parecía de ciencia ficción, pero había que tener en cuenta dos cosas, se basa en un principio simple, y no sabía en qué año estábamos. Según Esteban, Mary la utilizaba en la ciudad para cocinar, pero realmente, los alimentos se encontraban en cualquier sitio, y no hacía falta transformarlos a no ser que se quisiera algo muy concreto. Supuse que nos llevaríamos otras cosas geniales que necesitábamos, aunque no lo sabíamos, en el equipaje. Pero preferí descubrir el qué más tarde.
El tren estaba ya en las vías, lo pusimos allí cuando terminamos de montarlo. La cápsula se abría hacia arriba, dejándonos entrar. Había 13 asientos, los justos. Delante había uno solo, separado de los demás, donde iba Esteban. Detrás había un pasillo, que separaba tres filas de asientos. En cada fila, había dos asientos a un lado, y otros dos al otro. Pero todos tenían pedales adelante. Realmente, el vehículo era del tamaño de un dormitorio, pero más bajo. Para dormir durante el viaje, si queríamos dormir tumbados, tendríamos que acampar.
Ya colocado estratégicamente el equipaje, de forma que las cajas estuvieran abajo, las maletas de forma intermedia, y los sacos de dormir y lo útil para el viaje, arriba, cerramos el maletero. Tenía la puerta en el lado derecho, y estaba hecho de una especie de plástico similar al de la cápsula de la parte delantera del vehículo, pero este era más grisáceo y opaco.
Nos montamos. Rick y yo nos sentamos juntos. Íbamos en la segunda fila, en la de la derecha. El estaba pegado al cristal de la capsula, y yo al pasillo. Delante nuestra estaban Jane y Drake, de copilotos. A la izquierda estaban Tina y Clara, esta última pegada al cristal, dejándonos a Tina y a mi más cerca. Esteban era ya el único que quedaba fuera. Desenchufó el cable al que estaba enchufado el vehículo. Se encendieron las luces de el vehículo, que estaban en la parte frontal, y dos más débiles a la izquierda y la derecha. Fue en dirección al ascensor. Abrió la caja de los controladores de los sistemas, y movió unas palancas. Se apagó la luz, y sonó el eco de la puerta de esa caja al cerrarse, y sus pisadas acercarse. Todos estábamos inmóviles, y en silencio. Finalmente, saltó dentro del tren, y se sentó en su sitio. La cápsula se cerró, y aunque esto pudiera parecer dar un mayor sensación de claustrofobia, nos sentimos todos aliviados. Estábamos separados de la oscuridad opresora del exterior, y nos sentíamos más a salvo.
-Venga, a pedalear – Nos dijo Esteban.- Cuando lleguemos al túnel por el que tuvimos que cavar, encenderé las baterías. Antes es más prudente ir lentos.-
Al comenzar a pedalear, apenas nos movíamos, pero poco a poco el vehículo ganaba más velocidad. En unos minutos llegamos al cruce con el otro túnel.
-Dejad de pedalear. El tren seguirá adelante por la inercia, siguiendo la vía que gira hacia el otro túnel.-
Dejamos de pedalear inmediatamente. A mi me volvió a entrar miedo. Ese túnel estaba demasiado oscuro. Además, ¿y sí no habíamos puesto bien las vía...? Pero no me dio tiempo a pensar más en eso, porque estábamos girando, y el giro salió bien. Entonces me entró el miedo y la tranquilidad simultánea de saber que habíamos llegado al otro túnel. Tenía dudas.
-Rick, ¿hay aire en el túnel?¿No nos quedaremos sin poder respirar? - él no supo que responder para ahuyentar mis miedos. Así que respondió Jane.
-No temas. Hay aire. Y en el caso de que sea peligroso de respirar, tenemos filtros. Simplemente, deja de preocuparte, piensa que en unas horas, saldremos al mundo exterior. Fuera de la ciudad. Con todo el día por delante.
-Encendemos baterías, y volvemos a pedalear. -dijo Esteban, cortando la conversación. Le hicimos caso, y seguimos hablando.
-Pero... tanta oscuridad me agobia.
-Albus, ¿has oído alguna vez los pájaros piar?¿Has visto a los bosques crecerles las hojas, o a algún animal? - contestó Drake, de repente.
-...No.
-¿Y quieres conseguirlo?
-Sí.
-Pues este tren va en esa dirección.
-Entonces... ¿eso es en lo que discordáis con el gobierno, en que no os deje salir el exterior de la ciudad?
-No exactamente. Queremos salir de la ciudad, ver la naturaleza que nos ocultan. Pero queremos entender por qué lo hacen, y quien es el que se encarga de decidir todo eso. Todo lo que hay dentro de la ciudad está genial, sin que nadie se encargue de solucionar problemas que se solucionan como por arte de magia. La policía está meramente “por si acaso”. ¿Y quién maneja a la policía?¿Quien vigila los problemas, y quién los soluciona, sin que nadie se dé cuenta? -
Nadie respondió. Nos pasamos un rato pedaleando en silencio, dando vueltas a nuestros pensamientos, formulándonos montones de veces esas preguntas sin obtener ninguna respuesta. Hasta que Ithin rompió el silencio.
-¿Podemos poner música?
-De acuerdo -contestó Jane- Pero, ¿de dónde sacamos la música?
-Albus tiene un montón en su ordenador, además de buen gusto.
-Sí, pero mi ordenador está apagado y en el maletero. Jane, ¿no tenéis música en vuestros ordenadores?
-Claro que sí, pero ahora mismo está encendido solo el principal para que lo maneje Esteban, y ahora no alberga ni una sola canción, porque esas partes del ordenador están desconectadas, para ahorrar energía.
-¿Tanta falta nos hace ahorrar energía? - preguntó Ithin.
-Y tiempo. Para poner música, tendríamos que parar el tren y coger el ordenador. Poner altavoces restaría energía de las baterías, y cuanta más les dejemos, más rápido podremos continuar el viaje.
-¿Qué pasaría si se agotasen? - saltó Nil, viendo el lado negativo como de costumbre, en la conversación.
-Pues que para llegar al exterior, tardaríamos, por lo menos, el triple, y os moriríais de aburrimiento.
-De todas formas, aún con baterías, el viaje es largo, nos vamos a aburrir. ¿Qué hacemos? - siguió Ithin. Drake le contestó.
-... Creo que vais a querer matarme por esto, pero en el fondo es una buena idea. Podemos dar clase de algo. - Inmediatamente todos nos quejamos y formamos un barullo enorme.
-¿Te has vuelto loco? - le dijo Rick, en serio y en broma, de él nunca se sabe.
-No, todo tiene su lógica. En clase, cuando os aburrís, os ponéis a pensar, o sino, incluso atendéis. El tiempo se pasa más rápido que en silencio, sin hacer nada más que pedalear y sin poder parar de hacerlo. Incluso si no atendéis. La sensación de hacer algo que sabes que no deberías hacer y que estás haciendo es divertida. No digo que sea siempre lo mejor, pero...
-Sí, Drake, tienes razón. Si piensas que te puedes meter en un lío, es la mar de divertido. -Continuó Ithin por Drake – Pero no atender a la explicación no es precisamente meterse en un lío.
-Uno piensa mejor cuando pasa de escuchar lo que intentan que escuche, sí. -Concluí yo.
-Entonces, lo que hace falta aquí, es una buena y larga clase de historia, por cortesía de Esteban -añadió Jane.
-De acuerdo, empezamos la clase. Podéis dormiros si queréis, pero solo si sabéis dormir pedaleando. Al principio de la historia, lo primero que se conoce es la civilización que vivía en Oriente Medio, a orillas de los ríos Tigris y Eufrates...-
Al principio estuvimos escuchando lo que decía. Pero, de vez en cuando decía algo, que me hacía pensar en otra cosa, y derivar y derivar a partir de eso, hasta darme cuenta de lo que estaba diciendo Esteban y volver a meterme en la senda de la historia. De vez en cuando le hacíamos preguntas, como por ejemplo, sobre los nombres de los dioses. Si eran dioses, tenían que tener un nombre importante, con algún significado. Y no entendíamos en lo que consistía un dios. Ninguno de nosotros creíamos en ninguno. La ciencia podía explicar todo, o casi todo. Lo que no explicaba, dábamos por hecho que necesitaba más investigación, o, simplemente, que éramos capaces de comprender la ciencia hasta un límite, y que, a partir de ahí, eramos incapaces de ver más allá de nuestras narices.
Las religiones dicen que hay un dios que creo todo eso que no entendemos, además de cosas que ya sí entendemos. Nosotros, simplemente decíamos que no lo entendíamos. Igual que no sé hacer una ecuación de tercer grado, no sé con certeza como se creo el universo. De la misma forma que no sé en qué está pensando Tina, no sé el origen de la vida.
Pero lo puedo aprender.

Iba avanzando la historia, Esteban seguía con sus explicaciones y narraciones. Fenicios, Griegos, Romanos... Yo me empezaba a cansar de pedalear, como los demás. Pero tenía la mente más entretenida. Reflexionaba sobre lo que decía Esteban. Nunca me había interesado tanto la historia. Aquí no debía de hacer actividades de vez en cuando, ni hacer esquemas de lo que nos enseñaban. Solo escuchar, y no necesariamente.
La vía seguía más o menos recta. Apenas había sentido unas pequeñas curvas a lo largo del trayecto, largo, oscuro, y agotador. Y, de repente, Esteban cesó de hablar, acabada de empezar la Edad Media.
-Dejad de pedalear -Inmediatamente se formó un gran barullo, aunque dejamos de pedalear, y el vehículo se paró. Todos preguntábamos a la vez que pasaba. Esteban se estaba levantando de su asiento, y la cápsula que cubría toda la parte delantera del vagón empezó a levantarse, dejando entrar un aire húmedo, frío, y que olía a siglos. Todos nos callamos.
-Delante nuestra hay un sistema de puertas metálicas cerradas, pero por un sistema de cerrojos muy simple y antiguo. Y no necesita llaves, no os preocupéis. Las abriré en un periquete -bajó del tren, al tiempo que los focos iluminaron con más intensidad que nunca hacia delante.
Efectivamente, habían justo en frente nuestra, a 5 metros, unas grandes puertas de hierro oxidado que ocupaban todo el túnel de lado a lado. Drake movió el cerrojo, y empujo cada puerta hacia un lado, de forma que se metían dentro de la pared, dejando fuera tan solo el asa y el cerrojo, para volverla a cerrar. Había otra puerta idéntica delante, a otros 5 metros. Daban mala espina.
-Pedalead hasta colocaros entre la 1ª y la segunda puerta. Tengo que cerrarla.-
Le hicimos caso, emocionados. Rick me preguntaba, susurrando, para no romper el silencio sepulcral que había, como podía Esteban haber visto esas puertas en la oscuridad y controlar el ordenador, aparentemente con la mente, y yo soñaba con una ciudad subterránea, tenebrosa y fantasmal, abandonada al otro lado de las puertas.
Volvimos a repetir el proceso. Teníamos ante nosotros la 3ª puerta, y la 2ª estaba cerrada. Pasamos, y se apagaron los focos. Teníamos ya delante la cuarta puerta. Por debajo pasaba un pequeño charco de agua y, ¡luz! Si había luz, es porque estábamos cerca del final. Se cerró la tercera puerta. Solo oía mi corazón desbocado y los chirridos que provocaba Esteban. Abrió la cuarta puerta, y nos pusimos frente a la quinta en segundos. Esa zona estaba más encharcada, y la puerta estaba abollada. Se colaba luz por el contorno de las puertas oxidadas.
Esteban cerró la cuarta puerta. Fue hacia la quinta y última, que con trabajo, abrió. Contuvimos un suspiro, deslumbrados.
La vía del tren continuaba cubierta de hierba bajo los árboles y el cantar de los pájaros.