domingo, 22 de noviembre de 2009

Historia sin nombre - Capítulo 12 - La noche de las 3 estrellas.

Nos habíamos pasado el día hablando con los nuevos. Les contamos un poco todas nuestras vidas. Fue entonces cuando me enteré de que Ithin y Niyebe habían estado en el mismo internado, y que llegaron a la vez que Rick. Me parece una estupidez no habérselo preguntado antes, pero es lo que pasa cuando uno tiene tantas preguntas por hacer.

Ellos nos contaron que eran los mejores amigos, los unos de los otros. En su internado siempre estaban juntos, y también estaban en desacuerdo con todo el sistema. Opinaban que cuando terminaran los estudios, todo lo que les ocurriría, su trabajo, e incluso tal vez su familia, estuviera ya programado, hecho de antemano, por el gobierno. Se sentían acosados, no sabían que hacer. Yo, sin embargo, me he metido en la boca del lobo arrastrado por los demás, sin estar del todo convencido. Yo no me había planteado todas esas cosas hasta entonces. ¿Cómo demonios se me iba a ocurrir todo eso?

Estábamos en el cuarto de Niyebe... y bueno, también de Gael, porque lo compartían. Y después de hablar de todo eso, salimos a otra parte del edificio, mientras les contábamos como jugábamos nosotros al escondite. Manau lo aceptó todo con una sonrisa, al parecer de acuerdo. Eudora se mostraba sorprendida, pero impaciente por empezar. A Gael fue al que más le impresionó que jugáramos al escondite. Al principio puso alguna pega, pero acabó jugando. El resultado fue que, a la hora de comer, o mejor dicho, a las cuatro, cuando al fin comimos, todos estábamos satisfechos después de varias intensas partidas al escondite. Gael, Nil y Eudora estaban muy sorprendidos, entre la partida que tanto les había acabado por gustar, y toda la comida de la mesa. A mí también me causó gran impresión cuando llegué por primera vez. No es que la comida que nos dieran antes fuera poca, o mala, sino que esta era mejor, esta no estaba pensada como alimento de miles de niños.

Me di cuenta de que estábamos todos muy contentos, casi felices. Y escribo todos refiriéndome a que no había nadie más por esperar. Ya estábamos siendo felices, o más o menos, ¿no? Me pregunté, una vez más, que vendría después.


Cuando terminamos de comer, todos nos revoleamos por los sofás; padecíamos la insuperable flojera de después de comer. Pero mientras, Drake salió al pasillo. Yo decidí seguirle, quería preguntarle una cosa.

-Eh, Drake, espera.

-¿Qué pasa, Albus? - por un momento le noté preocupado, pero no por algo desconocido, sino por mí. Supongo que yo era el que más preguntas le hacía.

-Sigo preocupado. Nunca pensé que llegaría a decir esto, pero... cuando terminemos, o incluso durante lo que sea que tengamos que hacer, ¿no me harán falta los estudios que me estoy perdiendo? - Drake sonrió.

-No puedo saberlo a ciencia cierta, Albus, pero es muy probable. Verás, no pienses que no hemos pensado en esto, y hemos dejado que si queréis estudiar, lo hagáis por vuestra cuenta. Simplemente hemos pensado que, para que estudiéis mejor y seáis más felices, debéis llegar antes a la conclusión de que queréis seguir estudiando. ¿Has llegado a esa conclusión?

-Sí. Mejor prevenir que curar, ¿no?

-Bueno, cuando quieras empezamos. Aquí el sistema que tenemos pensado para que aprendáis es mucho más fácil y rápido. No hacemos tantas actividades, ni exámenes. Pero tomamos la lección continuamente. En serio, seguro que sois unos chicos listos. Sois 10 alumnos, y somos 3 profesores. Nos podemos centrar mejor en lo que no entendáis, y una vez lo entendáis bien, seguimos avanzando, pero repasando lo aprendido. Con tres horas o menos al día, seguramente recuperareis lo que os habéis perdido y avanzaremos más que en el internado en unas semanas.

-Pero, ¿no nos vamos a... “algún lugar lejano”?

-Sí, -me contestó sonriendo más- pero en ese lugar lejano podéis seguir estudiando, y cuando terminéis lo que teníais que estudiar en este curso, empiezan las vacaciones. Así que el comienzo de las vacaciones dependen de vosotros. Aunque claro, tú de momento estás de vacaciones, hasta que empieces a estudiar.

-Pues entonces, cuanto antes empecemos, mejor. Por lo que dices, en ese lugar, ¿las vacaciones deben de ser estupendas, no?

-No voy a contarte nada del lugar, Albus, pero yo diría que sí. Y estoy de acuerdo, cuanto antes te quites todo eso de encima, mejor.

-Otra cosa. ¿Cuándo nos vamos? - Él sonrió aún más.

-En cuanto todo esté preparado para ir. Y no me refiero al equipaje, eso es lo de menos. Me refiero al viaje. Como comprenderás, no nos vamos a mover por métodos... legales. Dudo que adonde vamos esté permitido ir, pero, ¿qué mas da? Tu deberías estar en tu internado estudiando, y resulta que estás aquí, mucho mejor, y vas a estudiar igual. Esta noche, durante la cena, lo hablaremos todos. Podemos empezar mañana mismo a prepararlo – Y esta vez sonreí yo.

-Bueno, ¿empezamos ahora a estudiar?

-Vale, trae tu cuaderno electrónico y tu ordenador. Pero por favor, déjame ir de una vez al cuarto de baño.

-De acuerdo – le dije riendo.


En cuanto cogí mis cosas, y el salió del cuarto de baño, nos pusimos a estudiar, en el escritorio de mi cuarto. Tardamos sobretodo en matemáticas, y en ciencias, aunque igualmente lo hicimos más rápido que en clase. Pero, como predijo, en un par de horas o tres, ya habíamos terminado con todas las asignaturas. Habíamos repasado lo que había dado en los últimos tiempos, y aprendido lo nuevo. Así, en esas dos o tres horas, avancé hasta mas o menos lo que debería de estar dando en el internado.

El truco era que las actividades eran normalmente orales y cortas. Además, el no se descentraba, y evitaba que también lo hiciera yo.

Les conté a los demás lo que había estado haciendo. Los que tenían la conciencia más torturada, como Nil, Tina, y Eudora, decidieron que mañana mismo empezarían a seguir con sus estudios. El resto, a los que el Pepito Grillo de los demás les hacía gracia porque a ellos les dejaba en paz, no tenían tanta prisa.

Ya eran las siete. Volví al escritorio de mi cuarto, y escribí lo que había pasado últimamente. Tardé alrededor de una hora y media. Estaba yendo a la ducha, cuando...

-Albus, ¿Cómo pasas el tiempo aquí? Tantas horas... deben de hacerse eternas – Me dijo Gael, en mitad del pasillo.

-Sí... ahora me estoy acostumbrando a una vida más lenta. En el internado, siempre estaba que me faltaba el tiempo. Ahora, escribo lo que nos pasa. Y parece una historia interesante, ¿no? Aparte de eso, hasta ahora, me pongo en el ordenador, escucho música, y estoy con los demás... pero sí, es poca cosa. Aunque, a partir de hoy, retomo las clases.

-Yo, en cambio -me dijo en un tono más bajo, más preocupado- no hago más que comerme el coco, pensando en canto tiempo estaré encerrado aquí, que haré que será de nosotros...

-Lo sé, a mí también me pasa, Intento olvidarlo, pero es imposible. De todas formas, creo que dentro de poco vamos a salir de aquí. Me lo dijo Drake, durante la cena vamos a hablarlo.

-Espero que durante la conversación se resuelvan muchas de las dudas que me invaden la cabeza, y no me dejan pensar en otra cosa.

-Me muero de curiosidad, quiero saber donde vamos a ir... ¡o llegar ya! Qué impaciencia...

-Saber a donde vamos a ir... esa pregunta no se marcha de mi cabeza ni a mamporros.

-Espero que no lo hayas comprobado, ¿verdad? -le dije riéndome.

-Demasiado tarde, de eso ya se ha encargado Eudora.

-Con lo tímida que parece...

-Sí, como bien has dicho... “parece”. Pero tiene la mano ligerita, no veas como zurra, es mejor no sacarla mucho de quicio.

-Lo tendré en cuenta. Esta información militar me será muy útil, seguramente, en algún plan de asalto...

-Yo lo tendría en cuenta, desde luego. Pero es que no sé, me encanta sacarla de quicio, es una de las pocas cosas que más me divierten de este lugar.

-Pues apúntate a dar clases también con nosotros, así te aburrirás menos. Apenas llevas un día aquí y ya te estás desesperando... Aunque a lo mejor te viene bien un descansito después de tantas clases.

-A dar clases... supongo que eso es mejor que nada, me vendrá bien distraerme un rato, acepto.

-Pues mañana mismo empiezas, con los demás. Aunque Drake dijo que mañana también podemos empezar a preparar el viaje... Tengo la sensación de que no vas a volver a aburrirte en un buen tiempo.

-Bien, me alegra oír eso. Bueno, ¿qué hay de cenar? Tengo tanta hambre como los mismísimos cocodrilos del Nilo al comenzar el día. -Me reí ante su ocurrencia.

-No sé... Mary es la que cocina, la robot, pero es impredecible. De todas formas, va a estar buenísimo igualmente. Yo me voy a la ducha, que ya es hora.


…Y todos los instrumentos del grupo sonaban, mientras yo tocaba el mejor solo de guitarra-bajo que se haya tocado jamás. Una gloriosa improvisación de Rock n' Roll. El agua de la ducha caía sobre mi mientras el tiempo pasaba perezosamente. Y cuando le puse un final a la canción, recuperé la conciencia, y empecé a secarme. De repente, alguien llamó a la puerta. Era Ithin, diciéndome que cerrara ya el pico, y que me saliera, porque ella aún se tenía que duchar. Riéndome por dentro, me sequé lo más rápido que pude, y cuando me puse los pantalones, y la camiseta del pijama, salí.

Casi todos estábamos listos, la noticia de que hoy íbamos a hablar del viaje en la cena se había extendido como la pólvora. Me senté en el sofá, con los demás, mirando sin ver la tele. Esperando el comienzo de la cena. En apenas cinco minutos todos estábamos ya preparados, y cuando Esteban y los demás entraron en el salón, aumentó nuestro nerviosismo, mientras ellos se reían por ello.

-Bueno, no os vamos a hacer esperar más. ¿Cenamos? -dijo Drake.

-Sí – respondimos todos a la vez.

Pusimos todas las cosas en la mesa más rápido de lo normal, y nos sentamos, sin que se nos pasara por la cabeza empezar a comer.

-¿Cómo vamos a salir de aquí? -dije, sin pensármelo dos veces.

-Ya no tiene sentido esperar más a decíroslo. Vamos a salir por donde hemos entrado; por el antiguo metro -comenzó a decir Drake.

-Creemos que a unos cinco kilómetros de aquí, siguiendo la vía de la estación sobre la que estamos, la vía pasa cerca de una vía aún más antigua que esta. La distancia es de decenas de metros, si cavamos un túnel, podemos llegar hasta allí. Esta vía, en su época, servía para entrar y salir de la ciudad. Y nosotros vamos a salir.

-En primer lugar, nos hace falta cavar ese túnel, y en segundo, una especie de tren, con todo el equipaje y para llevaros a nosotros. Además, no sabemos exactamente donde podemos acabar, tenemos que estar preparados.

-Pero eso llevará mucho tiempo, y hará falta mucha mano de obra – dijo Gael.

-No, apenas unas semanas. Mañana mismo podemos hacer una especie de tuneladora, y poner un sistema de alumbrado en la zona donde vamos a empezar a cavar el túnel. La tuneladora no es muy grande, y sabemos como montarla. Si nos ayudáis, en unas horas está hecha. Además, siempre se puede cavar a la antigua, a pico y pala -le contestó y argumentó Drake.

-Así de paso me pondré cachas, porque con tanto pico y pala... -le contestó Gael, que alivió un poco la tensión que había en el ambiente.

-Bueno, siempre es mejor ser positivo. Aún así, podríamos dividirnos en dos. Algunos que se queden ayudando a la tuneladora a hacer el túnel, siguiendo su trayectoria, ensanchando su túnel y quitando escombros. Los demás, pueden montar el “tren”, organizar que llevarnos, y preparar todo eso – dijo Esteban. Parecía que había pensado toda la preparación del viaje de antemano.

-Parece que todo está muy preparado, ¿pero tenéis una idea de como hacer la tuneladora y el “tren”? -dijo Manau, con su voz grave, que hasta ahora no había apenas oído.

-Sí, y tenemos algo aún mejor; los planos. O al menos de la tuneladora, quedan por hacer los del tren. -le contestó Jane.

-¿Y como hacemos el plano? -continuó Manau.

-Eso es lo de menos. En cinco minutos lo tengo listo, si queréis -dijo Esteban. Claro, si es mitad máquina, lo podría hacer perfectamente y en muy poco tiempo.

-Adelante, Esteban - le dije yo.

-Veamos, será una especie de coche alargado, que cabrá en las vías del tren. Aunque las ruedas es lo ultimo que vamos a ponerle, porque no sabremos el ancho de la vía que vamos a utilizar hasta que lleguemos a ella. Funcionaría a pedales. Sí, no me miréis raro. Aparte de proporcionar energía de movimiento, a través de una dinamo conseguiremos almacenarlas en unas baterías. También vamos a llevar placas solares, que pueden funcionar durante el viaje. Y toda esta electricidad la utilizaremos para la comida, y para ir más rápido. Veamos, tenemos una máquina que a partir de materia, con energía, puede hacer casi cualquier alimento. A vosotros ni se os ocurriría una máquina así, y menos su funcionamiento, porque seguís teniendo la mentalidad que el gobierno quiere que tengáis, la del siglo 21. Pero no cambiemos de tema. Combinando la energía almacenada con la de los pedales, iríamos a una media de 30 km/h. Eso significa que, si pedaleamos 9 o 10 horas al día, llegaremos en una semana o menos. Ya sé que parece mucho, pero creo que podemos hacerlo, si tenemos 14 horas para descansar, comer y dormir.

-Vale, acepto lo que has dicho, no lo voy ha discutir. Pero aún así, hay que hacer el plano -dijo Niyebe. Y Esteban le contestó, sonriente.

-No te preocupes, lo he hecho mientras hablaba. Mirad – la serie que estábamos viendo se cortó, y aparecieron dos planos, uno eléctrico y otro mecánico. - No se pueden entender de un simple vistazo, pero son perfectos para ir haciendo el tren poco a poco. Os explicaré que significan las cosas, y como montarlo.

-¿Cuándo empezamos? -dijo Rick, entusiasmado.

-Mañana, a las once de la mañana, en la estación – Le respondió Drake.

Ahí comenzó la cena, y seguimos hablando, pero no recuerdo bien esa conversación. Como todos, estaba emocionado, pensando en el viaje a quien sabe donde.


Sería cerca de la medianoche. Recordé mi intención de volver a la azotea. Yo estaba en pijama, pantalones largos y camiseta de mangas cortas. Cogí una sudadera y me la puse encima, y me fui a la azotea en zapatillas sin preocuparme para nada por mis pintas. Apenas abrir la puerta de la azotea, el frío aire de la noche me azotó en la cara y me devolvió a la realidad. Me acerqué al borde.

Ahí estaba el abismo, cientos de metros mas abajo. Las luces se extendían infinitamente hasta el horizonte, llenándolo todo de colores, y dejando el cielo mas negro de lo normal. Yo estaba sobre la cumbre de a ciudad, en la azotea. Todos los edificios de alrededor eran más bajos, los más altos estaban a lo lejos, como torres de luz que partieran el cielo. Y era bonito. Me quedé un rato allí, curioseando las formas de los edificios. La azotea se veía en total oscuridad, negra, y yo andaba sobre ese vacío. Hasta que se me ocurrió que alguien entrara por la puerta y nos pusiéramos a mirar las estrellas. No, claro que alguien no, una chica. Y una en concreto; quería que viniese Tina. Y así, mirando la ciudad y las estrellas, (además de la puerta, de reojo) me quedé esperando a que viniera.

Probablemente pasaría cerca de una hora. Pensé que me gustaría quedarme allí toda la noche, y que Tina viniese, pero me resigné a lo que parecía más lógico. Entré en el ascensor, algo deprimido, cuando Mary me preguntó si no querría pasar la noche arriba. Le dije que sí. Me dejó de nuevo en la azotea, y a los pocos minutos, el ascensor se abrió con un colchón y unas mantas.

Puse el colchón pegado al borde de la azotea, donde había una baranda para evitar que alguien cayera. Me acosté. Estaba muy a gusto con las mantas. Entonces me puse más contento. Y hasta que me quedé dormido, imaginaba que Tina venía conmigo, triste por que no viera, sin darme cuenta de que era casi feliz solo con imaginar que venía y pasaba la noche en la azotea, bajo la luz de 3 estrellas, la ciudad infinita, y la Luna, que salió mientras me dormía.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Historia sin nombre - Capítulo 11 - El viento de las azoteas

-Rick, vamos, despierta de una vez. - Era ya la cuarta vez que se lo decía. - Venga, que nos vamos a perder la huida. - Perdí la esperanza al instante. También es verdad que yo había dormido algo más que él. Un poco enfadado conmigo mismo por mi crueldad, le dije:

-Rick, que sepas que lo hago por tu bien. Lo siento. - Él seguía sin responder. Cogí el ordenador, que había encendido para escribir lo que pasó por la noche, le puse los altavoces, y subí el volumen al máximo. Lo llevé a la cama de Rick. AC/DC empezó a atronar sus oídos. Por supuesto, se levantó de golpe.

-Creo que he aprendido la lección. No duermas cerca de Albus si te despiertas en una situación semejante.... - Me gruñó.

-Ja, ja, ja... -le dije, aguantando la risa.

Desayunamos algo. Yo llegué primero, Rick tardo un poco en levantarse. Y mientras esperábamos a que empezara la huida, cada uno iba a su bola. Acabamos hablando con Ithin, que también estaba allí. Todo empezó cuando Rick se sentó en la mesa a desayunar.

-Grrr... - Me “dijo” Rick, con los ojos rojos de estar recién levantado, y con cara de pocos amigos, nada más sentarse.

-Buenos días a ti también, Rick – Le contesté, aguantando la risa para no echar la leche por la nariz.

-¿A qué viene esa cara, Rick?¿No has tenido un buen despertar? - Dijo Ithin, siguiéndome la conversación, y aguantando un poco la risa, como yo.

-¿Os puedo ahogar en los cereales, o os ahogáis vosotros solitos? - Nos dijo Rick en tono amable, en contraste con su cara.

-Dos pueden más que uno, ¿verdad, Albus? - Siguió Ithin

-Cierto, pero me pregunto si Rick sabe nadar en cereales – le contesté. Hay un breve silencio que rompe Rick.

-Intentadlo si podéis.

-Sabes que podemos, Rick – Le contesté. Entonces, le cambio el rostro. Se le pasó el cabreo, y empezó a reírse, mientras nosotros le acompañábamos dejando de aguantar la risa. Y mientras nos tronchábamos, Rick se acercó a mí, y me dio un buen cate.

-¡Ay! - Dije, aún entre risas.

-Te lo mereces – Me contestó.

-Creo que esto va a dejar secuelas... -Comentó Ithin, riéndose nuevamente.

-Ah -Dijo Rick, dirijiéndose a Ithin. - Tu también te has ganado un premio, por seguirle la corriente.

Apenas le había dado un cate, (de tipo “Paff”) ella le respondió con un guantazo, (este de tipo “Zas, en toda la boca”) riendose todavía. Mientras, les dije, para que se calmaran un poco:

-Seguid así, si queréis acabar rodando uno sobre el otro por el suelo - Entonces, añadí sin pensar lo primero que se me ocurrió, riéndome: - Ah, y eso tiene un doble sentido opuesto...

Inmediatamente, me dieron los dos a la vez un guantazo, cada uno en un cachete, y seguimos riéndonos, sin más golpes. Apareció Tina por una puerta mientras nos seguíamos riéndonos, y le entró algo de risa solo de vernos reír.

-¿De qué os reís, jauría de descerebraditos? - Nos preguntó, dejando de reír.

-Preguntale a Albus.

-¿Y bien, Albus?

-Pues... verás, Rick tuvo un curioso despertar con AC/DC, y a partir de eso...

-Vale, -dijo en un tono irónico, sin dejarme terminar la frase- a partir de hoy me guardaré las preguntas, e intentaré olvidar esto último -

La conversación siguió en esa linea, hasta que poco a poco, cada uno fue tirando por su lado. Yo me fui a dar un paseo por el edificio, a perderme entre los pasillos. Acabé en la azotea. Mary me

preguntó si de verdad quería entrar, y al final abrí la puerta.

La altura daría vértigo a cualquiera, los coches parecían hormigas. Los demás rascacielos, estaban mucho más juntos que en el que yo estaba, pero entre todos ellos y este, había cierta distancia, pues los edificios eran más bajos. El cielo estaba nublado, repleto de nubes esponjosas, de un gris claro. Un viento helado y húmedo me azotaba la cara, y, de repente, el sol se abrió paso entre las nubes, por una zona menos densa.

Solo iluminaba la azotea en la que estaba yo, cuyo suelo brillaba un poco. Los demás edificios estaban a la sombra, pero se reflejaban las nubes en sus cristales. Así que, era luminoso, y parecía que habían nubes en todos los lugares de la ciudad. El gris se extendía hasta el horizonte, en todas sus tonalidades. Por un momento, el sol salió totalmente en un claro entre dos nubes, reflejando destellos en los cristales, que me deslumbraban, mientras mientras el viento de las azoteas azotaba mi pelo despeinado. El sol se escondió al poco tiempo. Y me di cuenta de que normalmente tendría el pelo más corto, ya me habría pelado en el internado.

Los rascacielos hacían que todo fuera aún más impresionante. Hacía algo de viento, que junto con el húmedo, me dejaba helado. Sin darme cuenta, había andado hasta la barandilla que había al borde del abismo. Apenas se veía el suelo, pues ese día era frío y húmedo, y más abajo había niebla. Pero de vez en cuanto se veían coches, muy muy pequeños, moviéndose en el suelo. ¿Tan alto estaba? Veía edificios que eran más alto que éste. Si saltaba... ¿Y si saltaba? ¿Me moriría? parecía algo tan simple pensar que no había nada después de eso... No, no podía haber nada, pero, era tan difícil de entender... ¿Cómo demonios puede ser eso?¿De verdad me puedo morir, tan fácilmente, dando un salto hacia delante? Estuve reflexionando un poco, pero luego bajé a casa. No podía perderme la huida. Mientras entraba en el ascensor, pensé que iría allí más a menudo.


Esteban parecía concentrado. Todas las pantallas estaban negras. En una apareció una palabra en blanco : “Ahora”. Inmediatamente después otra pantalla se encendió. Era una imagen, que debía de ser da la que se recibían las imágenes que ellos veían. Se veía a la chica albina enfrente, con ojeras, y con rosto preocupado, algo alarmado porque en su cabeza habría sonado “Ahora”. A la derecha se veía parte del pelo del chico rubio. Esa pantalla se quedó así. Y la tercera se encendió. Era un mapa de la planta del edificio en la que estaban ellos. El suelo era de un color azul oscuro, las paredes en un azul más claro, como los objetos. Las personas eran puntos verdes. Pero ellos tres eran puntos rojos, que se movían en una dirección, no como los otros, que parecían no tener rumbo. Después de subir algunas escaleras, y pasar por unos pasillos, se pararon ante una puerta. Entraron, y se aproximaron a lo que debía de ser la ventana. Pasaron unos momentos, hasta que por las tres televisiones, sonó lo mismo durante unos segundos, habían enviado el sonido de un helicóptero. En la pantalla de los mensajes, apareció abajo del otro mensaje: “Preparaos para saltar”.

Unos segundos después, una imagen sustituyó la anterior. En el cielo gris había una mancha negra varias decenas de metros más arriba. Era el helicóptero, que bajaba con la red colgando. Lo siguiente fue todo muy rápido. Había tensión en el salón. ¿Y si no lo lograban? Algo apareció en el mapa, fuera del edificio, enfrente de su ventana; el helicóptero. Un punto se movió. Llegó al helicóptero, pues no desapareció. Un segundo después, otro también lo hizo, mientras que en la pantalla de las imágenes apareció una nueva. Era desde sobre la repisa de la ventana, mirando hacia abajo. Daba vértigo. Y saltó. También llegó, afortunadamente. Todos suspiramos, aliviados, menos Esteban. Para él no había descanso alguno. La prueba era que en ese mismo instante, en la pantalla correspondiente apareció un nuevo mensaje: “Meteros en los barriles que están abiertos. Se cierran herméticamente desde dentro solo con tirar hacia abajo. “

Debieron de haberle hecho caso, pues las siguientes imágenes eran en casi total oscuridad. Cuando el mapa se actualizó de nuevo, se veía el helicóptero en el suelo, al lado del canal, donde había un barco. No podíamos ver a las máquinas moverse para transportar los barriles, pero sí veíamos como se movían los barriles donde estaban ellos. Todo parecía ir perfectamente por ahí, y por el barco, que tardó un buen rato en llegar al recolector. Mientras, Clara hizo la pregunta que todos estábamos esperando, pero, que sin saber por qué, no habíamos formulado:

-¿Cómo se llaman? - Jade le respondió al instante.

-La chica, Eudora, el chico negro, Manau, y el rubio, Gael. - Tuve una idea.

-¿Podéis poner los nombres sobre sus puntos? Así sabremos quien es quien.

-Buena idea, me respondió Drake. Esteban, ya le has oído.

No respondió nada, seguía ensimismado, mirando sin ver a la pared. Eso sí, por respuesta, los nombres aparecieron. Estaban en la parte trasera del barco, donde acababa la segunda fila de barriles. Gael estaba pegado a los otros barriles, Manau, en la popa del barco, y Eudora entre ellos dos.

En el recolector, otras máquinas debieron de ponerlos sobre el tobogán, también en el mismo lugar y orden. El mapa era sorprendente. El borde del recolector y el tobogán se veían en azul, pero había un gran circulo negro en medio. El recolector debía de ser muy profundo. Llegaron abajo, mandando el sonido que hicieron sus barriles al llegar al agua. Debían de estar acostumbrándose a eso, pues cada vez llegaban más sonidos e imágenes. Las máquinas parecían de películas de ciencia ficción, con muelles hidráulicos, unas garras diseñadas para coger los barriles, y varios leds. Aunque claro, costaba ver eso en algunas imágenes a través unas rendijas mojadas.

La siguiente parte por la alcantarilla fue más aburrida. Llegaron a la “acera”, desde la que llego una imagen de los barriles abiertos, entre las aguas verdosas, y a eso le siguieron unas cuantas horas de vueltas y vueltas por las tuberías. Horas en las que hablamos, y yo reflexioné.

Intentaba ser feliz sin más, pero siempre me venían las dudas a la cabeza. ¿Qué querrían de nosotros? ¿Qué le veían de malo al gobierno? Aquí no habían guerras, ni había apenas criminalidad... de hecho, si atendías en las clases de historia, descubrías que de entre todas las atrocidades que se habían antes, ahora no había ninguna. Simplemente, la gente no hacía preguntas. Y nosotros sí. No tengo vuelta atrás, así que, ¿por qué no pruebo a buscarles respuestas? Eso es lo que estaba haciendo. Pero tenía que esperar. Ya me lo han dejado claro. Primero tengo que ser feliz. Luego, haré las preguntas.

Hicieron la misma bajada que hice yo con Ithin en mi huida, aquella especie de tobogán repulsivo, en el inicio de mis aventuras. Entraron en la estación abandonada, e hicieron lo mismo que nosotros, pero cogieron otro de los vehículos. Ese era el último. Y cada vez llegaban más imágenes, tanto, que la pantalla de las imágenes estaba dividida en tres, y algunas veces parecían haber videos cortos. Los sonidos sonaban uno detrás de otro, a veces costaba entenderlos.

-Esos vehículos, ¿luego los mandaréis de nuevo allí? - Pregunté.

-Depende. Aún no estamos seguros de que vamos hacer después. Pero podríamos hacerlo. Llegarían, pero tardarían más.

Mientras, ellos estaban poniendo el vehículo en las vías. Me di cuenta solo entonces del aspecto de abandono que tenía la estación. La primera vez que la vi, no me sorprendió tanto, porque era la primera vez que veía una estación. Ya era la segunda vez que veía esa, con algo más de tranquilidad. Y además, había buscado en Internet fotos de las estaciones de ahora. No eran así. Eran más modernas. Y no tenían tanto polvo... A decir verdad, en el periodo que llevaba allí, no había ido a clase, pero había aprendido muchas cosas interesantes como esa. Comenzaron a pedalear. Ya, solo había que esperar. Y preparar un comité de bienvenida. Sería divertido.

Algunos nos levantamos del sofá, aburridos de esperar y esperar, ver siempre lo mismo. Esteban les decía que continuaban, seguía comunicándose con ellos. Pero nosotros no teníamos por qué hacerlo. Yo cogí mi ordenador, puse una pintoresca mezcla de músicas, y busqué información sobre las estaciones contemporáneas. Pensé que así podía entender donde acababa la ciudad. Fue imposible. Venían las paradas que hacían cada grupo de trenes de cada barrio. Y daba miedo leer la lista de barrios. Puse uno cualquiera. En ese barrio había varias paradas de tres líneas diferentes. Las estaciones eran muy pequeñas, para una sola linea, es decir, para un tren que va en una dirección y otro en la contraria. Parece que cada una de esas lineas atravesaban varios barrios. Y las otras lineas eran iguales. Con tantas lineas y estaciones, es completamente imposible imaginar el límite de la ciudad. Porque, tiene que tenerlo, ¿verdad...?

Fui a ver que estaban haciendo los demás. Rick estaba en el cuarto de Tina y Clara. Tina estaba leyendo algo en su ordenador, y Rick y Clara, mirando por la ventana. Por un momento pensé, ¿estarán juntos? Pero al momento respondí al pensamiento; estar juntos es algo más que mirar juntos por la ventana.

Estaba en el pasillo, iba a ver que estaba haciendo Nil, cuando Drake nos llamó. Habían llegado a la estación, dentro de nada iban a subir. En dos segundos, todos habíamos dejado lo que estábamos haciendo e íbamos corriendo por el pasillo hasta el salón. Estábamos esperando al lado de la puerta del ascensor, mirando las pantallas. Ahora, las cámaras los grababan. Estamos todos muy nerviosos. Tal vez algunos, estábamos más tranquilos porque somos así por naturaleza, como Nil y Ithin, que por efecto de los nervios tenían una sonrisa en el rostro, o incluso Niyebe y yo, que estábamos algo más nerviosos que ellos... pero los nervios estaban en el ambiente. Hasta los otros, que venían en el ascensor, estaban también nerviosos. Pasaron un minuto o dos, y me di cuenta de que en el ascensor sonaba la misma parte de la misma canción de cuando yo llegué, y seguí sin saber cual era.

Y de repente, sonó un timbre, el ascensor había llegado. La puerta se abrió, y entonces, todos nos callamos. Ellos estaban tan sorprendidos como nosotros al vernos. Solo Jane habló. Tranquila y sonriente.

-Hola. ¿Queréis toallas? - como cuando yo llegué, estaban empapados por la ducha en el ascensor.

Ninguno se atrevía a contestar, hasta que lo hizo Eudora ante la impotencia de los otros dos.

-Sí, por favor. -

Hubo un breve silencio de un segundo, que parecía que iba a alargarse porque no sabíamos que decir. Hasta que lo rompió Niyebe.

-Hola, yo soy Niyebe.

-Y yo Albus, encantado. -al fin reaccioné, y los demás reaccionaron en cadena, mientras se secaban, mirándonos aún sorprendidos.

-Yo soy Gael – dijo el chico rubio.

-Yo Eudora.

-... Y yo Manau.

-¿Quiénes sois, por qué estáis aquí? - Preguntó Gael, algo vacilante, y que sin duda lo había dicho porque llevaba todo el viaje haciéndose esa pregunta.

-Estamos aquí, porque, igual que vosotros, no estábamos de acuerdo con el funcionamiento del sitio donde estábamos antes. -Respondió simplemente Drake.

-¿Y de dónde venís? - Dijo Eudora.

-Hace algunos años, formábamos parte de equipos científicos de la ciudad. Ahora nos hemos independizado de ellos, investigamos lo que nos interesa por nuestra cuenta. - Respondió Jane esta vez. Y entonces, no pude resistirme a preguntar.

-¿En qué no estáis de acuerdo?¿Qué es lo que investigáis? - Se formó un silencio tenso; esas preguntas estaban más acordes a lo que pensábamos todos. Jane y Drake iban a responder a la vez, pero se miraron, sin saber que contestar. Y habló Esteban, que, supongo que con su mente semirobótica, podía razonar mucho mejor.

-Nos enfrentamos al sistema, porque creemos que deberíamos ser más libres. No nos referimos a que todo esté mal, no. No hay guerras, y apenas criminalidad, eso es algo a apreciar. Pero al fin y al cabo, estamos en una dictadura. ¿Sabéis como funciona el gobierno? ¿Quién es el que manda? … ¿Alguien en esta ciudad lo sabe? No, o al menos, que se conozca. Y lo queremos averiguar, el como y el por qué del funcionamiento de esta sociedad, que ha pasado en la historia hasta ahora, pues no sabemos casi nada desde el siglo 21...

¿Somos libres? ¿No está todo programado para que siempre haya un camino, estudiemos, encontremos una profesión, formemos una familia... para que seamos felices? ¿Así, sucesivamente, hasta el fin de los días? Sin un mínimo cambio en nada, sin saber realmente por qué son las cosas así.

-¿Y... eso implica quedarse en esta casa siempre...o hasta cuando? - Preguntó Niyebe nerviosa porque este era el momento de las preguntas y respuestas.

-No. No nos vamos a quedar aquí para siempre -dijo Drake, para alivio de Niyebe y todos nosotros.-Pero sí un tiempo. Sabemos que para cambiar el sistema no parece que estemos haciendo nada. Y es que también existe algo aparte de eso; por eso no vamos a quedarnos aquí. Vamos a ir a un lugar que ninguno de los que estamos aquí conoce. Un lugar muy lejano.-

Nil, audaz, preguntó:

-Y, ¿Eso está fuera de la ciudad? -

Drake, Jane y Esteban sonrieron, mientras nosotros seguíamos en tensión, y Eudora, Gael y Manau nos miraban atónitos a todos.

-Todo depende -contestó Jane- de hasta dónde llegue la ciudad.