miércoles, 11 de marzo de 2009

Historia sin nombre - Capítulo 4 - El sueño y la decadencia

Desde que estaba con Clara y Tina, el tiempo se me pasaba más rápido; es como dicen, cuando quieres que vaya lento, no lo hará. Seguían pasando los días, que se llevaban las semanas. Por hacer algo de deporte, decidimos salir a los patios y a azoteas por las tardes, para hacer atletismo. Yo hacía eso con Rick, así que le tenía cierta costumbre.
Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, parecía que los profesores nos odiaban más y más, solo por ser feliz. Los compañeros no más, solo lo de siempre. Acabamos metiéndonos en líos por contestar, pero no supusieron grandes problemas, una vez nos castigaron encerrados en la habitación todo el tiempo posible. Clara y Tina se pasaban de una habitación a otra por la puerta que las unía, y yo me comunicaba con ellas por internet, porque no podían quitarnos lo poco que era nuestro. Así que, no importó demasiado.
Ya en marzo, nos pusieron un memorable castigo, por seguir portándonos mal o no sé que patrañas de la profesora. Duró solo una tarde, y consistió, en que bajáramos a la lavandería, y clasificáramos la ropa sucia para que las lavasen las máquinas. Normalmente eso lo hacían las máquinas solitas, pero para ponernos un castigo decente, nos pusieron a nosotros. Lo peor del castigo eran los calzoncillos. Simplemente, algunos daban asco. También destacaban la ropa interior de niños pequeños, que mojaban las sabanas. Pero lo peor eran los chicos con eyaculaciones, entre los que me incluía... Pero todo tenía su lado positivo, también había ropa interior femenina, por lo cual, curioseé bastante y me lo pasé en bomba. Clara hizo exactamente lo mismo que yo, pero con el sexo opuesto. Tina al principio estaba un poco cortada, pero después solo disimuló un poco.
Así que poco a poco pasaba el tiempo. Mis bibliotecas aumentaban, y Clara y Tina eran como hermanas para mí (eso sí, no nos peleábamos tanto). Las “princesitas” sentían curiosidad por nosotros, tanto que una vez incluso me hablaron. Las clases de historia y lengua se me hicieron cada vez más aburridas, pero yo seguía siendo un buen estudiante, menos por imaginario mal comportamiento.
Pero lo peor es que no sabía nada de Rick. Nada. Hacían casi dos meses que había desaparecido, y no había noticias. Tina y Clara tuvieron que ayudarme mucho en ese aspecto.


Hubo una noche que me costó especialmente conciliar el sueño. No entendía por qué, porque estaba cansado. Pero me acabé durmiendo. El principio de los sueños, como muchas veces pasa, fue nada. Pero después, todo empezó a cobrar su sentido.
Me di cuenta de que era de noche. Estaba en una calle, algo estrecha. Alrededor había edificios muy altos, que se perdían en las tinieblas del cielo. Más abajo, había unas farolas que daban a todo una luz anaranjada. Algunas parpadeaban, como en esas antiguas películas de terror. Pensé que eso era un sueño, porque no podía estar en la calle, pero que el sueño lo había hecho muy bien. Avancé por la calle, que estaba algo húmeda. Había un silencio total. Solo oía mis pisadas. Me cayó una gota. Y empezó a llover progresivamente. Yo no tenía adonde ir, pero tenía la impresión de que cuando comenzara la tormenta totalmente, y cayeran los rayos, me despertaría. Así que seguí avanzando, decidido a explorar. Seguía lloviendo, cada vez un poco más. Yo empecé a correr, y descubrí para mi alegría que en ese sueño corría con normalidad, pero además no me cansaba. Llegué a un sitio donde en el horizonte todo estaba oscuro, y no había más edificios. Seguí corriendo hacia allí, porque empezaba una lluvia notable. Vi de lejos algo, un borrón. Parecía algo, pero al avanzar, me di cuenta de que estaba equivocado, era alguien. Me acerqué más, y dejé de correr. Era una chica de unos 7 u 8 años. Tenía el pelo largo, castaño y rizado, además de empapado. Me miraba como si fuera una estatua que me estuviera esperando. Me acerqué hasta estar a un metro de ella.
-Te necesito. Te necesitamos. Y tú también nos necesitas – me dijo, y me quedé extrañado ante sus palabras, porque no entendía donde estaba el plural, ni quien era. – Eso ahora no importa – me pareció que leía los pensamientos. – Tienes que salir de ahí, cuanto antes, es por tu bien. Nos encontrarás o te encontraremos, da igual. Pero sal de ahí. Te necesitamos, y yo sobre todo.
Yo no entendí muy bien que quería decir eso, solo que tenía que salir, nada más. Iba a preguntarle que porque hacía falta mi ayuda, pero ella leía los pensamientos.
-Tranquilo, ya lo entenderás todo. No importa quienes somos ni para qué te queremos, solo queremos que sepas que nosotros "somos", y que estamos ahí. Solo tienes que encontrarnos, no te preocupes por lo demás, lo harás.
Empezó a llover más fuerte, el rayo estaba a punto de caer. Pensé en despedirme.
-Adiós- me dijo- , y recuerda, debes salir de ahí, terminó la frase, me miró con sus ojos marrones, y cayó un rayo.
Todo se volvió blanco, y yo tuve esa sensación que a veces se tiene, la de estar cayendo. Y caí en mi cama, sudoroso. La lluvia sí que me había empapado, en cierto modo. Ese día era sábado, tenía hechos mis deberes, y quería ir a ver a Tina y a Clara. Cuando estuve listo fui a la habitación de Clara, donde solían estar. Llamé a la puerta. “Qué raro, no contestan”, pensé. Llamé a la de Tina, y nada. Pensé que estarían dormidas, pero ya era un poco tarde para ellas, eran las once. Seguí llamando, para despertarlas, pero no funcionó.
Al rato pasó un profesor.
-¿Buscas a Clara y a Tina? – me preguntó.
-Sí – le dije.
-Bien, aquí no las vas a encontrar – eso me alarmó -. Verás, ya no están aquí. Se han ido, no volverán. Creemos que escaparon por la ventana. No me preguntes si están o no vivas, no lo sé. Y pronto sellarán las ventanas, te mandarán una carta para cuando será el día.
Me quedé de piedra. No podía ser verdad. Me fui a mi cuarto. Me tiré de nuevo en la cama, y me puse a pensar. “¿Yo les había hecho algo malo?¿Por qué se fueron sin decirme nada, y por qué sin mí?” … Pero la pregunta que más me hacía, era “¿Por qué soy yo el que siempre se queda solo?”
Empecé a llorar. Pensé que no podía sucumbir, así, simplemente. Pero fue como si me cayera por unas escaleras. Y llegué a la planta baja, una depresión.


Me llevé gran parte de la semana siguiente llorando y lamentándome. Debía de estar muy mal, porque llegué a darles pena a las “princesitas”. Pero los demás parecían que estaban más contentos al irse, y no paraban de hacerme sufrir más y más, incluso los profesores. Me provocaban, y si conseguían que les respondiera, me mandaban trabajos extra. Intenté hacer amigos, como con Clara y con Tina, pero lo dejé. Nadie era como ellas, lo más parecido que encontré a un amigo, solo podía sentía pena por mí.
Apenas dormía por las noches, creo que echaba de menos dormir acompañado de vez en cuando. Y lo poco que dormía, tenía sueños tristes, o en los que me enfadaba. El martes dejé de intentar dormirme temprano, no tenía sentido, así que me ponía con el ordenador hasta tarde, leyendo, en internet, o escuchando música. Todo era horrible ahí dentro, y el exterior parecía tan bonito… Llegué a plantearme un suicidio porque todo iba de mal en peor, y así todos estarían mejor... sin mí.
Pero no lo hice, porque a lo mejor Rick, Tina, y Clara, estaban vivos, y había una chica que tenía que ayudar. Y principalmente, porque no sé que hay después de muerto, y no quería arriesgarme, tal vez fuera peor.
Pero el miércoles, ocurrió algo que tal vez pueda considerarse bueno. Empecé a sentir odio por la mañana. Por la tarde, todo lo que sentía era un odio puro a todo lo que había a mi alrededor. Me cegaba, era inmenso. Acabé escuchando todo lo fuerte que tenía en mi biblioteca, y tuve una idea, un tanto estúpida. No merecía la pena morir solo porque aquí no estaban mis amigos, pues podía encontrarlos. Pero desde luego, ahí no. Pensé que era arriesgado, porque el viernes me pondrían rejas en la ventana a la hora de la cena. Así que debía partir el viernes por la tarde.
No le vi mucho sentido, pero además, había tenido ese sueño, que me decía que debía salir… Eso me motivó. Además, no quería morir porque tal vez estaban mis amigos, ¿qué más daba morir en el intento de llegar a ellos?. En ese lugar no tenía nada mejor.
Pero además de preparar los planes de escapar, que más de una vez preparamos Rick y yo por si acaso, preparé mi venganza. Me sentía diabólico en ese momento, pero no me importaba mucho. Empecé a planearlo todo en la ducha. En la mochila, metería algo de ropa, algunas sábanas, y entre eso, que en parte estaba para amortiguar, mi ordenador y el cuaderno electrónico. Ahí tenía todo lo de mis clases, no le veía mucha utilidad, pero tal vez le encontrase alguna. En total la mochila pesaba alrededor de un kilo, lo que la hacía cómoda. No pensé en nada de comida, porque ahí no la podía conseguir, y porque la podría conseguir en otro sitio. Pero eso ya estaba planeado con Rick. Lo que de veras planeé fue mi venganza. El jueves no me quedaría más remedio que hacer los deberes, porque sino el viernes me pondrían más obstáculos. Haría todo el viernes, después de las clases. Pensaba cada vez más en a quien fastidiar… Sabía que en la habitación de arriba de la mía había bastante gente que se reunía, y me caía mal, y en el siguiente piso también. Eso me daba una ventaja, estaban comunicadas por el conducto de la ropa sucia. Me sacó una sonrisa, les iba a coger la ropa. Además sabía que ropa llevaban, de tanto vigilarlos, por lo que no podía confundirse. Evidentemente, dejaría una nota en la pizarra, imborrable. Otra en la habitación de la tutora. Ya se me ocurriría algo para el portero, que siempre se encargaba de encerrarme en el momento más inoportuno.
Así que me fui a mi habitación, repasé un poco los planes, y me fui a dormir con una sonrisa de malicia.


Fue un despertar triste, porque entonces estaba triste de nuevo; no recordaba para nada el odio. Pero como era mi único modo de salir adelante, me obligué a odiar y a pensar en mi venganza. hoy debía actuar. La red seguía funcionando, por lo que tenía que guardar ropa en cualquier lado, para luego llevar a cabo mis planes.
Salí de mi habitación, con mucha frialdad, y tuve suerte. En la habitación de al lado estaría el portero, en la puerta estaban sus llaves. Le encerré en la habitación de Rick, donde estaría curioseando. Volví a mi habitación con sigilo, por si escuchaba desde la otra habitación, y le tiré las llaves por la ventana. Las lancé con todas mis fuerzas, y las vi alejarse, hasta que se perdieron en la niebla que había más abajo, ya muy lejos de mi habitación.
Fue un buen comienzo para un día, ya estaba casi alegre, lo que me permitía seguir adelante con facilidad. Me controlé toda la clase, pensando en lo que iba a hacer y en mis amigos. Los demás estaban igual de insoportables que siempre.
Cuando volví a mi habitación, ya había terminado mis deberes a las cinco. Escuché cuatro veces por lo menos mi disco de Animals, escribiendo una nota para dejar con el rotulador especial que consiguió Rick, y que tampoco sé como, en la pared de la clase. Escribí otra para la tutora. Para entonces ya habían liberado al portero. Me pareció una venganza muy simple, pero era lo más que podía hacer.
Me fui a dar una vuelta por los patios y azoteas, necesitaba correr y saltar, para ensayar la huida, y porque lo echaba de menos. Volví a para cenar, después me duché, y volví definitivamente a mi habitación. Había un montón de ropa más. Me acosté, y como en toda esa semana, no podía dormir.

Eché una cabezada, y tuve una idea al despertar de madrugada. No había cámaras. Podía hacer algo en los pasillos. Y entonces tuve la genial idea. En mi habitación había ropa de sobra, y las chicas no tendrían muy agradable despertar con calzoncillos sucios colgados de los pomos de sus puertas… Salí inmediatamente, tendrían ese "agradable" despertar.
En mi habitación me volví a dormir, algo más reconfortado.


Me despertaron los gritos de las chicas, y me sonreí. Ese era el gran día. Algo nervioso, salí de mi habitación, y fui a dar clases, feliz, pero controlándome, con la esperanza de que fueran las últimas. Como siempre, se burlaron de mí, pero yo aguanté, a ver quien reía el último. Tuvimos que dar todas las clases en un aula, por culpa del portero, que había perdido las llaves […]. Nos mandaron un montón de deberes, pero a mí me daba igual, no los iba a hacer. Cuando todo el mundo salió de la clase, yo escribí verdades y barbaridades, mezcladas, en la pared de la habitación. No habría clases hasta el lunes, nadie se daría cuenta. Le dejé la nota a la tutora, pasándola por debajo de la habitación, ya que volvería al anochecer. También decía muchas cosas no muy agradables para el lector destinado. Fui a comer. Dos chicos especialmente odiados me estaban observando. Al salir me intentaron poner una zancadilla, pero yo estaba preparado, y le pisé y estrujé sin piedad la espinilla, hasta llegar a el pie. Seguí andando, me seguían, y querían alcanzarme. Pero yo tenía un arma secreta. Uno me tocó el hombro. Yo le estrujé el plátano en la cara, que había cogido porque sabía que sería útil. Eché a correr, y les saqué ventaja, en eso no me ganaban.
Llegué a la puerta de mi habitación, pero les esperé, quería decirles cuatro cosas. No tardaron mucho en llegar. Me sonrieron maliciosamente, pero se les heló la cara al ver mi sonrisa de odio profundo que les dediqué. El que no tenía plátano en la cara se acercó, cojeando.
-¿Pero qué te pasa? – se atrevió a preguntar.
-A mí nada, a vosotros os está pasando mi venganza por hacerme la vida imposible.
-¿Pero tú eres tonto o qué? – me dijo con voz patética. Yo guardé un momento el silencio. Cometió un error.
- No más que tú, pedazo de imbécil. Los dos coincidís en algo, mucho cuerpo para meterse con la gente, y poco cerebro, ¿eh?. Estoy harto de vosotros, ¿me oís? ¡HARTO! ¡Ojalá no hubierais nacido, todos seríamos más felices! –
Abrió la boca para contestar, y cometió otro error. Ante la atónita mirada del otro, le cayó un escupitajo en la boca abierta, y les di un portazo en las narices.
En mi habitación tenía una sonrisa enorme, mi venganza había sido un éxito, y tenía tiempo de sobra para huir; cuatro horas si hacía la mochila en cinco minutos.


Metí el ordenador, los altavoces, las lentillas especiales, el cuaderno electrónico, algo de ropa y algunas sabanas para acomodar lo demás y porque me sería útil… y también guardé el rotulador de Rick, por si lo encontraba.
Me asomé a la ventana. Cada seis o siete metros aproximadamente, había una pequeña azotea. Así podría ir bajando poco a poco, sin hacerme mucho daño. Me puse la mochila negra, ligera, a la espalda. Lo tenía todo preparado, tiré la ropa por la ventana, echa un montón, y cayó en la pequeña azotea donde iba a saltar, para amortiguar la caída. Además, debía dar una voltereta para no romperme los tobillos, por si acaso. Iba a saltar, pero algo me chocó en la cabeza.
¿Estaba loco?¿Me iba a tirar, aún sabiendo que tal vez no sobreviviría? Me entró un miedo atroz, pánico. No quería morir. Pero no tenía porque morir, solo había alguna posibilidad… Pensé eso y no sonó demasiado alegre, pero tenía que salir de allí, me lo dijeron en un sueño… Me sonó más patético aún. Pero iba a salir, porque quería encontrar a mis amigos, quería una vida mejor, y si me quedaba, me quedaría castigado de por vida con mi venganza… Ya no había vuelta atrás.
Me quedé varios minutos mirando esa azotea, pensando si saltar ya o no. Pero no tenía mucho tiempo. Yo ya estaba sentado en la ventana. Y en un momento, me solté, me dejé caer. No sé si cerré los ojos o no, pero ya creía que había muerto antes de caer. Y los abrí. Tenía miedo, pero el caer era una sensación agradable. Por lo menos iba a morir de una forma agradable…
Pero no fue así. La ropa amortiguó mucho la caída, y además di una voltereta. Sentí poco dolor en los tobillos.
Me sentí feliz, y fui bajando de azotea en azotea, escuchando la música que salía de mi cerebro, cada vez más rápido. Todo parecía tan bonito, tan luminoso y tan blanco… Me fijé que todos los edificios eran muy altos, de cristal, y lo que no era cristal, estaba pintado de blanco. Eso daba una sensación deslumbrante. Seguí y seguí bajando, durante un buen rato.
Tenía la sensación de que alguien me seguía, pero pensé que solo eran imaginaciones, porque por más que miraba no veía a nadie. Ya estaba en la parte neblinosa, y seguía bajando. Ahora había menos niebla. Debía de haber bajado mucho, mucho. Debía de estar en la planta quince o algo así.
Bajé un poco más. Esa era la última azotea. Abajo, a 10 u 11 metros había otra azotea, pero no pequeña. Ocupaba una manzana de la ciudad. Así que mi internado era una torre muy alta, pero que en los primeros pisos era un edificio enorme que ocupaba una manzana.
Dejé caer la ropa. No sabía como me iba a salir ese último salto, porque era más alto. Dejé caer el montón de ropa. No quería estar indeciso, debían de ser las cinco y media o las seis. Salté.
Por un momento pensé que volaba, pero caía. Fue como a cámara lenta. Pero los últimos metros fueron muy rápidos. Noté pisar algo blando, que era la ropa, y llegar a lo duro; el suelo de la azotea. Tal vez diera una voltereta, pero no lo sé, porque entre al cansancio, la emoción, el salto, o todo a la vez, me desmayé.

5 comentarios:

Zazish dijo...

Qué largo xD

Se está poniendo interesante. ¿Qué pasó ahora con Clara y Tina? ¿Y quién es la niña que se apareció en su sueño?

Sigue pronto...

Ikxur dijo...

te dije que te ibas a quedar muerta de intriga, no digas que no avisé xD

Anónimo dijo...

ah, pon ya el 5º ikxur, venga!
ya sabes que me he enganchado desde el capítulo dos

Ikxur dijo...

Puesto xD

Acaba la mar de interesante, y es más corto, pero en cuanto leáis el seis, se despejan algunas dudas. Pero no tanto como en el siete.

Anónimo dijo...

Voy a por el 5º ahora mismo, en cuanto lo acabe lo comento